lunes, 17 de junio de 2013

De la profundidad de Antonio Muñoz Molina a la prosa ágil de Eduardo Mendoza

Después de un ajetreado mes de mayo, no podíamos pasar por alto nuestras lecturas en de este pasado mes.



Fresca, divertida y original, así ha definido el club de lectura adulto de nuestra biblioteca a esta obra de Eduardo Mendoza. Continuación de una saga que comenzaba allá por el año 1979 con el Misterio de la cripta embrujada. En esta novela  el simpático  detective sin nombre  es secuestrado por su amigo,el comisario Flores, para investigar un caso muy importante.  Todo se  complica en una espiral de disparates que va desentrañando nuestro psicópata detective para conseguir la resolución de un caso que parece imposible de remediar.

Según palabras de autor este personaje representa al hombre de la calle. No tiene futuro, pasado ni presente y a menudo no tiene ropa. Solo le mantiene el ingenio y una última dignidad. No da su brazo a torcer, ni se deja tentar por el falso lujo, el falso consumo o la falsa filosofía.Quizás esto es lo que atrae del personaje y lo que provoca que la gente se reconozca en él. Se pueden ver reflejados en esa inseguridad, en la forma que quieren integrarse en la sociedad, sabiendo que es un impostor que tiene que representar un papel que le sale a medias. 

A pesar de ser una novela sencilla nos ha entusiasmado la vitalidad y la espontaneidad del lenguaje, el amplio vocabulario empleado ( hemos hecho un dossier de las palabras más significativas ) y la utilización del humor surrealista para exponer la corrupción de algunos sectores de la sociedad.

No ha corrido igual suerte la novela seleccionada para el club de lectura juvenil, a la que nuestros integrantes no le han dado el aprobado.

 La obra de Daniel Nesquens está compuesta de multitud de microrelatos dónde van apareciendo los miembros de la común y al tiempo peculiar familia del protagonista. Personajes más o menos raros  que en más de una ocasión nos han hecho sonreír.

Esta novela obtuvo el premio nacional de ilustración en el año 2007, con el trabajo de  Elisa Arguilé.


Reflejar una generación la de los años 60 y utiliza una paleta de colores poco habitual en la literatura infantil y juvenil. Las imágenes visuales se asientan sobre el color blanco que nos viene a mostrar el vacío o las ausencias.

Los personajes nacen desformados y al mismo tiempo nos asaltan las imágenes de la vida cotidiana que construyen una realidad fría y distante de la época ( cocinas económicas, muebles de formica...) que potencian el texto del autor.






Y es que quizás esta novela  está dirigida a un lector incierto tal vez juvenil o tal vez adulto que recuerda ideas como las de Schlege con claves intertextuales que abren  las puertas de otros tiempos y dónde desfilan nombres de políticos como Churchill o Stalin, , eventos como la conferencia de Postdam, o personajes como la quinta del Buitre o Spiderman y que van construyendo un monumento de la historia a la que a nuestros jóvenes no ha atraído mucho. 


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